jueves, 22 de abril de 2010

¡¡¡Pedalea, pedalea!!!



Al comienzo yo veía a Dios como mi observador, como mi juez que llevaba la cuenta de mis actos para saber si merecería el cielo o el infierno. Él estaba allá arriba, como un personaje. Yo conocía su retrato, pero no lo conocía a Él.

Más adelante, cuando conocí a Cristo, la vida se transformó en un paseo en bicicleta. Era una bicicleta para dos, y Cristo iba atrás, ayudándome a pedalear.

No recuerdo cuando, Él sugirió que cambiáramos los lugares. La vida no ha vuelto a ser la misma desde entonces, se ha vuelto fascinante!!!.

Cuando Él manejaba, conocía largos y deliciosos caminos subiendo y bajando montañas a través de rigurosos lugares, a una velocidad increíble. Todo lo que yo podía hacer era aferrarme a Él y aguantar, aunque pareciera una locura.

Él me decía: "¡¡¡PEDALEA!!!, ¡¡¡PEDALEA!!!". Yo ansioso y preocupado preguntaba "¿a dónde me llevas?". Él se reía y no contestaba, entonces, empecé a confiar.

Olvidé mi aburrida vida y me lancé a la aventura. Y si alguna vez le decía: "Estoy asustado", Jesús se inclinaba y tocaba mi mano.

Él me llevó a conocer gente que me hacía regalos de sanación, de aceptación, de alegría y de paz para nuestro viaje. Él decía: "Da esos regalos", y yo se los daba a la gente que nos encontrábamos y descubrí que dando, yo recibía y que la carga se hacía más liviana.

Al principio yo no confiaba que Él manejara mi vida. Pensaba que podía chocar. Pero luego me di cuenta que era un volante perfecto, tomaba impecablemente las curvas, saltaba en forma exacta las grandes piedras, y sabía volar para acortar los pasos peligrosos.

Estoy aprendiendo a callarme y a pedalear en los lugares más extraños. Estoy empezando a disfrutar del panorama y de la fresca brisa en mi rostro. Y cuando siento que ya no puedo más…

Él solamente me mira, me palmea y sonriendo me dice: "¡¡¡¡PEDALEA!!!!, ¡¡¡¡PEDALEA!!!!, ¡¡¡¡PEDALEA!!!!".

Gracias Daniel.


Vicente Calatayud

lunes, 8 de marzo de 2010

Entonces Dios es malo...



Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta:

-¿Dios creó todo lo que existe?

Un estudiante contestó valiente:

-Sí, lo hizo

-¿Dios creó todo? -preguntó nuevamente el profesor.

-Sí señor, respondió el joven

El profesor contestó:

-Si Dios creó todo, entonces Dios hizo al mal, pues el mal existe, y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo.

El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe era un mito

Otro estudiante levantó su mano y dijo:

-¿Puedo hacer una pregunta, profesor?.

-Por supuesto, respondió el profesor.

El joven se puso de pie y preguntó:

-¿Profesor, existe el frío?

-¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?.

El muchacho respondió:

-De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la física, lo que consideramos frío, en realidad es la ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor"

-Y, existe la oscuridad? Continuó el estudiante.

El profesor respondió:

-Por supuesto.

El estudiante contestó:

-Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente

Finalmente, el joven preguntó al profesor:

-Señor, ¿existe el mal?.

El profesor respondió:

-Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal.

A lo que el estudiante respondió:

-El mal no existe, señor, o al menos no existe por si mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios.
Dios no creó al mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.

Entonces el profesor, después de asentir con la cabeza, se quedó callado.

El joven se llamaba Albert Einstein.

Gracias Daniel.


Vicente Calatayud

El Viaje de la Vida




Hace algún tiempo atrás, leí un libro que comparaba la vida con un viaje en tren. Una lectura extremadamente interesante, cuando es bien interpretada.

La vida no es más que un viaje por tren: repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.

No obstante esto no impide que se suban otras personas que serán muy especiales para nosotros.

Llegan nuestros hermanos, amigos y esos amores maravillosos.

De las personas que toman este tren, habrá también los que lo hagan como un simple paseo. Otros que encontrarán solamente tristeza en el viaje… Y habrá otros que, circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite.

Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente… Otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento.

Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son más queridos, se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos.

Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos... pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.

No importa; el viaje se hace de este modo: lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos.

Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible.

Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo mejor de ellos.

Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos… Ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.

El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos dónde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.

Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia... Creo que sí.

Separarme de algunos amigos de los que hice en el viaje será doloroso. Dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste.

Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron.

Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el equipaje creciera y se hiciera valioso.

Amigo mío, hagamos que nuestra estancia en este tren sea tranquila, que haya valido la pena.

Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje permanezcan.

Gracias Daniel.

Vicente Calatayud

domingo, 24 de enero de 2010

Hojas Secas



Cuando las hojas secas caen de los árboles en otoño, el árbol queda desnudo; si alguién lo viera sin saber que reverdecerá en primavera, pensaría que está muerto...

Todos tenemos esos períodos en que nos quedamos desnudos, por haber perdido un amor o un ser querido, o un alejamiento. También puede ser causado por dificultades económicas, una enfermedad, un accidente, etc. Por eso debemos tomar el ejemplo de la naturaleza y vivir armoniosamente como ella.

Sabiendo que después vendrán nuevamente las hojas, las flores y los frutos.

Nunca pierdas la fe, recuerda siempre que cuando una puerta se cierra hay muchas otras que se abren y que el secreto consiste en apartar la vista triste de esa puerta cerrada y llevarlas a las otras... en esos momentos es cuando se empieza a ver la luz al final del túnel y el árbol comienza a reverdecer nuevamente!!!

Gracias Daniel.


Vicente Calatayud

Cómo llenar un colador de agua


Un grupo de devotos invitó a un maestro de meditación a la casa de uno de ellos para que los instruyera. El maestro dijo que debían esforzarse por liberarse de reaccionar en demasía frente a los hechos de la vida diaria, por lograr una actitud de reverencia, y por adquirir la práctica regular de un método de meditación que, a su vez, les explicó en detalle. El objetivo era darse cuenta de que la vida divina está presente en todo.

Es estar conscientes de esto no sólo durante el período de meditación, sino constantemente, en lo cotidiano. El proceso es como llenar un colador con agua.

El maestro hizo una reverencia ante ellos y partió.

El pequeño grupo se despidió de él y luego uno de ellos se dirigió a los demás, echando chispas de frustración. Lo que nos dijo es como decirnos que nunca podremos lograrlo. ¡Llenar un colador con agua! ¿Cómo? Eso es lo que ocurre, ¿no?. Al menos para mí. Escucho un sermón, rezo, leo algún libro sagrado, ayudo a mis vecinos con sus niños y ofrezco el mérito a Dios, o algo por el estilo y después me siento elevado. Mi carácter mejora durante un tiempo... no me siento tan impaciente, ni hago tantos comentarios sobre otras personas. Pero pronto el efecto se disipa, y soy el mismo que antes. Es como agua en un colador, por supuesto. Y ahora él nos dice que eso es todo.

Siguieron reflexionando sobre la imagen del colador sin lograr ninguna solución que los satisficiera a todos. Algunos pensaron que el maestro les decía que las personas como ellos en este mundo sólo podían aspirar a una elevación transitoria, otros creyeron que el maestro simplemente les estaba tomando el pelo. Otros pensaron que tal vez se estaría refiriendo a algo en los clásicos que suponía que ellos sabían... buscaron, entonces, referencias sobre un colador en la literatura clásica, sin ningún éxito.

Con el tiempo, el interés de todos se desvaneció, excepto el de una mujer que decidió ir a ver al maestro.

Él le dio un colador y un tazón, y fueron juntos a una playa cercana. Se pararon sobre una roca rodeados por las olas.

¡Muéstrame cómo llenas un colador con agua!, le dijo el maestro.

Ella se inclinó, tomó el colador en una mano y comenzó a llenarlo con el tazón. El agua apenas llegaba a cubrir la base del colador y luego se filtraba a través de los agujeros.

Con la práctica espiritual es lo mismo, dijo el maestro, mientras uno permanece de pie en la roca del Yo e intenta llenarla con cucharadas de conciencia divina. No es ése el modo de llenar un colador con agua, ni nuestra esencia con vida divina.

Entonces, ¿cómo se hace?, preguntó la mujer.

El maestro tomó el colador en sus manos y lo arrojó lejos al mar. El colador flotó unos instantes y después se hundió.

Ahora está lleno de agua, y así permanecerá, dijo el maestro.

Ese es el modo de llenar un colador con agua, y es el modo de realizar la práctica espiritual. No se logra vertiendo pequeñas dosis de vida divina en la individualidad, sino arrojando la individualidad dentro del mar de la vida divina.

Gracias Daniel.


Vicente Calatayud

Leyenda Sioux



Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu....

- Nos amamos... - empezó el joven

- Y nos vamos a casar.... - dijo ella.

- Y nos queremos tanto que tenemos miedo... queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán... algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos... que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.

- Por favor... -repitieron – ¿hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes... tan enamorados... y tan anhelantes esperando su palabra...

- Hay algo.... -dijo el viejo- pero no sé... es una tarea muy difícil y sacrificada...

- Nube Azul... -dijo el brujo- ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos... deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte... si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena... ¿Comprendiste?

- Y tú, Toro Bravo... -siguió el brujo- deberás escalar la montaña del trueno... cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva... el mismo día en que vendrá Nube Azul... ¡Salgan ahora!

Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada... ella hacia el norte y él hacia el sur...

El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas.

El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas... eran verdaderamente hermosos ejemplares...

- Y ahora qué haremos... -preguntó el joven- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?

- No – dijo el viejo.

- Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne?- propuso la joven.

- No - repitió el viejo.- Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con esta tiras de cuero... cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres...

El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros... el águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse...

Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto... son ustedes como un águila y un halcón... si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose... sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro...

Si quieren que el amor entre ustedes perdure...

“Vuelen juntos... pero jamás atados”.

Gracias Daniel.


Vicente Calatayud

viernes, 22 de enero de 2010

Somos Pobres



Un padre económicamente acomodado, queriendo que su hijo supiera lo que es ser pobre, lo llevó para que pasara un par de días en el monte con una familia campesina.

Pasaron tres días y dos noches en su vivienda del campo.

En el automóvil, retornando a la ciudad, el padre preguntó a su hijo: "¿Qué te pareció la experiencia?".

"Buena", contestó el hijo con la mirada puesta a la distancia.

"Y... ¿qué aprendiste?", insistió el padre...

El hijo contestó:

1.- Que nosotros tenemos un perro y ellos tienen cuatro.

2.- Nosotros tenemos una piscina con agua estancada que llega a la mitad del jardín y ellos tienen un río sin fin, de agua cristalina, donde hay pececitos.

3.- Que nosotros importamos linternas del Oriente para alumbrar nuestro jardín, mientras que ellos se alumbran con las estrellas, la luna y velas sobre la mesa.

4.- Nuestro patio llega hasta la cerca y el de ellos llega al horizonte.

5.- Que nosotros compramos nuestra comida, y ellos, siembran y cosechan la suya...

6.- Nosotros oímos CD's. Ellos escuchan una perpetua sinfonía de golondrinas, pericos, ranas, sapos, chicharras y otros animalitos... todo esto a veces dominado por el sonoro canto de un vecino que trabaja su monte.

7.- Nosotros cocinamos en estufa eléctrica. Ellos, todo lo que comen tiene ese sabor del fogón de leña.

8.- Para protegernos nosotros vivimos rodeados por un muro, con alarmas. Ellos viven con sus puertas abiertas, protegidos por la amistad de sus vecinos.

9.- Nosotros vivimos conectados al celular, a la computadora, al televisor. Ellos, en cambio, están "conectados" a la vida, al cielo, al sol, al agua, al verde del monte, a los animales, a sus siembras, a su familia.

El padre quedo impactado por la profundidad de su hijo... y entonces el hijo terminó:

"¡Gracias papá, por haberme enseñado lo pobres que somos!"

Gracias Daniel.


Vicente Calatayud